El lunes pasado fue mi cumpleaños, 26 veranos nada menos (creo que no me falta ninguno)… Ya dejamos atrás el redondo número del cuarto de siglo para acercarnos peligrosamente a los 30…
En fin, que para celebrarlo y aprovechando que aún estaban por aquí Pablo, Cris, Ángel y Laura, decidimos organizar una fiesta en casa el viernes por la noche. Pasar un cumpleaños tan lejos de casa sin poder ver a los más cercanos se hace raro y se les echa de menos. Por suerte a la fiesta asistieron algo más de 20 personas que me hicieron darme cuenta de que a pesar de estar a 17000 km de casa aquí también tengo a gente que me aprecia y a la que yo aprecio mucho. Cheers on you!
En la fiesta no hice fotos así que en cuanto recopile algunas ya colgaré para que podáis ver lo animada que estaba la casa.
En cuanto al día D, el lunes 13 de julio dediqué la mañana a pasear por Sydney con mis amigos antes de su partida de vuelta a tierras Ibéricas, momento en el cuál Andrea me llevó a cenar a uno de los mejores sitios en los que hemos estado en Sydney, el Café Sydney en Circular Quay.
Habíamos estado ya un par de veces en el mismo pero sólo para tomar algo, nunca para comer y realmente me sorprendió de forma muy grata. Con vistas al puente y a la Opera House degustamos primero un entrante de calabacín relleno de queso de cabra, mantequilla al limón, piñones tostados y alguna cosa más que me dejaré en el tintero… Como mains Andrea se pidió un filete de pez espada y yo un trozo de lomo de cerdo envuelto en jamón serrano y acompañado por un trozo de tocino (suena un poco basto pero estaba presentado de forma muy cool).
Como colofón al día Andrea me hizo un regalazo al que le daré un montón de uso: un trípode nuevo que dejará relegado al maltrecho trípode que me regalaron en Fnac con la cámara y que estaba en las últimas. Además mis amigos de España me regalaron una camiseta oficial de la gira de este año de Oasis y los de aquí una camiseta y una bufanda para el invierno.
¡Como podéis comprobar no tengo motivos para quejarme!