Un año después

Dentro de pocos días hará un año que estamos por la otra punta del mundo. De hecho ayer fue mi último día de trabajo y mañana ya nos abandonan las compañeras con las que me vine de Madrid un 4 de octubre. ¿Y ahora qué?

Pues hace unas semanas a Andrea le renovaron el contrato y consecuentemente el visado. Así que la situación con la que vinimos hace un año en la que yo venía con trabajo y ella con un visado sujeto al mío se ha invertido y ahora soy yo el que tiene el visado sujeto al de Andrea y a quien le toca buscar trabajo.

Así que sí, de momento nos vamos a quedar parece que otro añito más por estas tierras para acabar de descubrir el país y empezar a ampliar horizontes. De momento las próximas paradas son Byron Bay este fin de semana y Japón el siguiente.

Empieza una nueva etapa señoras y señores.

El día en que Sydney se volvió roja

Voy a hacer un alto en los posts de Bali (queda aún uno más) para enseñaros el fenómeno meteorológico con el que nos hemos despertado esta mañana en Sydney.

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Photo: Kate Geraghty for Sydney Morning Herald

A eso de las 7 de la mañana cuando el despertador sonó vi que en la habitación estaba entrando una luz completamente roja. Con una mezcla de curiosidad y susto me acerqué al balcón del comedor para descubrir anonadado que una niebla totalmente roja cubría la ciudad hasta el punto de que los rascacielos estaban totalmente tapados.

Al principio pensé que podía tratarse del tono rojizo que toma aquí el sol al amanecer incidiendo en la niebla pero no era del todo normal, así que abrí la web del Sydney Morning Herald y vi que se trataba de lo que me temía, una tormenta de polvo rojo que los fuertes vientos de la noche habían traído a la ciudad.

Para cuando pude reaccionar y quise ir a buscar la cámara el panorama ya no era tan rojo (está claro que la tonalidad del sol al amanecer sí que influía) por lo que no pude hacer muy buenas fotos. Pero os dejo con una de las fotos que publica el SMH para veáis lo exagerado del asunto.

Enlace: Sydney turns red: dust storm blankets city

Cuarto día: Camino de Seminyak

Tras pasar una plácida noche en la tranquilidad de Munduk nos tocaba salir hacia el sur, hacia la zona más turística de la isla: Kuta y Seminyak.

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Antes de llegar a las tierras sureñas nos detuvimos a tomar algo en una terraza que encontramos frente a unos preciosos campos de arroz.

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Tras tomarnos una Coca-cola y una Fanta que nos costaron en total unos 0,60€, pusimos rumbo a Seminyak, a donde no queríamos llegar muy tarde puesto que quería llevar a Andrea a comer al Breeze, un restaurante que habia descubierto gracias a Xevi.

En un principio nuestra intención era pasar la noche en Seminyak y disfrutar de su playa y alrededores pero al llegar allí nos llevamos una profunda decepción. Cuando vienes de pasar 4 días en la Indonesia profunda y te encuentras con un pueblo caótico lleno de turistas occidentales que solo buscan fiesta y fiesta lo único en lo que piensas es en salir de allí disparado.

Fuimos a comer a Breeze y realmente fue un acierto, la comida estaba excelente y la ubicación del restaurante es inmejorable, justo delante de la playa.

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Por la tarde estuvimos en la playa de Seminyak y ya después de comer decidimos que iríamos más al sur a buscar alojamiento, por lo que nos pusimos en marcha hacia los pueblos del sur de Denpasar.

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El primero en el que recaímos fue Jimbaran, que nos encantó por su playa plagada de terrazas de restaurantes directamente sobre la arena. Decidimos buscar un albergue por allí y tuvimos suerte de encontrar una guest house con muy buena pinta. Nos establecimos allí y nos dirigimos a la playa disfrutar de la puesta de sol mientras nos bebíamos un coco.

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Así acabamos nuestro penúltimo día en Bali, el siguiente ya tendríamos que tomar el avión de vuelta.

Tercer día, dejando Ubud.

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Tras pasar la tercera noche en el Payogan era el momento de abandonar Ubud y partir hacia otras tierras. Nuestro objetivo era pasar dos noches en la zona más turística de Seminyak, al suroeste de la isla para poder relajarnos en las playas.

Pero antes de eso queríamos visitar los volcanes y lagos del norte por lo que subiríamos hacia el norte por la carretera que pasa por el lago Batur, a los pies del volcán y bajaríamos por los lagos Beratan, Buyan y Tambringan. Era un itinerario un tanto ambicioso por lo que tras desayunar y pegarnos un último baño en nuestra piscinita salimos sin más dilación.

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De camino al volcán de Batur paramos en el templo de Tirta Empul donde nos dimos un paseo entre devotos que se bañaban en los distintos estanques del templo y otros autóctonos que preparaban piezas de artesanía. Por supuesto a la salida había que hacer un paso obligado por el mercadillo al igual que el de ubud lleno de desesperados vendedores que tratan de endosarte cualquier cosa a cualquier precio.

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Poco después llegamos por fin a la zona de Batur y pudimos contemplar las vistas del volcán y el lago. Es algo realmente espectacular ver como toda la ladera aún está negra de la última erupción que tuvo lugar a mediados del siglo pasado. Allí compramos una lámina a un artista local y bajamos hacia la orilla del lago para poder contemplar las vistas desde abajo. Durante el camino de bajada otro artista en moto nos vino persiguiendo y nos intentó vender sin éxito alguna pieza más.

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Cuando ya habíamos tenido suficiente volcán comenzamos el camino hacia el lago Beratan. En lugar de seguir la carretera principal decidimos tomar un «atajo» que nos hizo perdernos tres o cuatro veces y perder bastante tiempo aunque desde luego mereció la pena. El «aburrido» paisaje de la carretera general no era nada comparado con los espectaculares paisajes y pueblecitos que pudimos ver desde este camino que decidimos seguir.

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Una vez llegamos a la agrupación de lagos y que hubimos hecho las fotos de rigor y presenciado el paisaje pusimos rumbo a Munduk, un pueblo en las montañas muy recomendado tanto por Lonely Planet como por Fernando, nuestro guía particular. Al llegar a Munduk vimos que no nos daría tiempo a llegar a Seminyak de día como para buscar alojamiento así que buscamos un bed & breakfast para hacer noche en las montañas.

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Encontramos el Karang Sari, un home stay regentado por unas chicas indonesias majísimas pero que no hablaban inglés. La noche nos salió barata, 200.000 rupias (unos 13€) por los dos. Así pues una vez con habitación buscamos un sitio para cenar y ver la puesta de sol y nos recogimos bastante pronto para descansar.

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Camino de Tulamben

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El segundo día lo teníamos reservado para una actividad muy especial: haríamos nuestro bautismo en el buceo con bombona. El lugar elegido para ello fue Tulamben, al este de Bali, uno de los principales spots para hacer submarinismo en la isla. Por allí se encuentra el Liberty, un barco que en la Segunda Guerra Mundial se hundió en aguas balinesas y que ahora se puede visitar (si tienes el nivel suficiente, por supuesto nosotros en nuestra primera inmersión no podríamos haber llegado ni por asomo).

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El día comenzó temprano ya que para llegar a Tulamben teníamos más de dos horas de camino por las complicadas carreteras de Bali. Conducir por Indonesia es una odisea, alguien me preguntó a la vuelta por qué lado se conducía allí y mi respuesta fue clara, por el que mejor te venga en cada caso. En teoría hay que conducir por la izquierda como en Australia pero tu vas conduciendo y te puedes cruzar con cientos de motos cada una pasando a un lado de tu coche, hay momentos en los que resultaba un pelín estresante…

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De camino a Tulamben fuimos admirando el paisaje balinés, viendo templos, campos de arroz, selva, monos, etc… Incluso nos cruzamos con una procesión que nos tuvo un ratillo parados en el arcén. Toda una experiencia.

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Una vez llegamos y tras la breve lección en la que nuestro monitor nos explicó todo acerca del equipo que nos llevaríamos al fondo marino empezamos la inmersión. La primera fue breve y más bien de preparación para romper el hielo mientras que en la segunda ya nos llevó a una pared vertical recubierta de corales increíble, lástima no tener una cámara submarina para haber hecho fotos.

Bajamos hasta 12 metros y si bien el coral no es tan espectacular como en Cairns, la fauna sí que le daba mil vueltas. Vimos calamares, bogavantes, «nemos», escalares enormes, barracudas, y un sinfín de bichos raros, algunos de ellos peligrosos por lo que nos decía el guía. De lo más divertido fue dedicarnos a despertar a calamares que descansaban apoyados sobre las rocas. Bastaba con tocarlos ligeramente en la cara para que saliesen despedidos a velocidad supersónica.

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Una vez hecha esta segunda inmersión aún teníamos suficientes horas de luz por lo que decidimos volver a Ubud por el camino largo, bordeando la costa sur y este de Bali, metiéndonos por los pueblos más recónditos y sumidos en una gran pobreza. En uno de esos pueblos al parar para pasear por la playa de negras arenas volcánicas un grupo de unos 10 niños nos asaltó para intentar vendernos una cestita de palma rellena de sal cada uno. Eran cestas hechas por ellos que vendían para poder conseguir dinero para ir a la escuela. Pedían poco más de medio euro cada uno por ellas así que hicimos la buena acción del día y les compramos una a cada uno.

Poco después acabamos en un pueblo en el que había una enorme concentración de motos a la puerta de un pabellón. Nos bajamos a ver qué se cocía por allá… El evento? una pelea de gallos a muerte, tal cual, tan primitivo como suena. Un enorme corro de indonesios con las manos llenas de rupias gritaban y apostaban al gallo ganador. Lo más cruel de la situación es que a los gallos les cortan los espolones y les pegan con cinta aislante una cuchilla de navaja con el fin de herir con más eficacia a su contrincante. Un espectáculo dantesco y denigrante a partes iguales.

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La vuelta a Ubud continuó poco a poco entre monos, templos y campos de arroz hasta que llegamos al pueblo, ya entrada la noche. Para esta segunda noche teníamos previsto el espectáculo de la danza del kecak, uno de los típicos bailes tradicionales balineses. Todo un espectáculo.

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Para cenar fuimos a un restaurante de la zona en el que al igual que en la noche anterior teníamos nuestra propia chocita. Nuevamente degustamos gastronomía de la tierra regada por unos buenos zumos de frutas tropicales.

Un jacuzzi y pa la cama 🙂

Primer día, explorando Ubud

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El primer día nos despertamos temprano, ansiosos por acudir al buffet del desayuno a ver con qué nos deleitaban. Después de un buen english breakfast y de unos zumos naturales de fruta tropical nos dimos una vuelta de reconocimiento para conocer el hotel a la luz del día.

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Como no nos traerían el coche de alquiler hasta las 10 de la mañana aprovechamos para darnos un primer baño en la piscina privada que tenía nuestra villa. La verdad es que el agua estaba más fría de lo que yo me esperaba…

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Cuando llegaron las 10 recogimos los coches y nos fuimos a conocer Ubud. Ubud es un pueblecito en el centro de la isla que concentra un gran núcleo de actividades culturales. En Ubud se puede encontrar todo tipo de artesanía, ropa, espectáculos y una gran oferta gastronómica.

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Nada más llegar visitamos el Palacio de Ubud donde nos empezamos a familiarizar por primera vez con la arquitectura indonesia. Una vez visitado el palacio hicimos la parada obligada en el mercadillo. Allí se vende de todo y puede llegar a resultar un tanto agobiante. A la que te quedas mirando algo o lo coges para verlo ya no tienes escapatoria, un desesperado vendedor se te abalanza y comienza entonces un rifirrafe por ver en qué precio final se queda el producto en cuestión. Yo al final me compré unos pantalones cortos y Andrea… unas cuantas cosas más 🙂

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Al salir del mercadillo nos metimos por una callejuela del norte que daba a unos campos de arroz espectaculares. De camino a ellos nos metimos por equivocación en una casa familiar (allí las casas son tan bonitas que no distingues lo que es una atracción turística de una casa real). El indonesio que allí estaba tomándose un café resultó saber chapurrear algo de español y en su ansia por practicar nos estuvo explicando cosas que podíamos hacer por los alrededores. Además resultó que trabajaba como agente de viajes así que acabamos comprándole unos tickets para un espectáculo a la noche siguiente.

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Después de una animada conversación con nuestro improvisado amigo continuamos el camino hacia los campos de arroz. Por allí estuvimos un rato hasta que a la vuelta paramos a comer en un restaurante que habíamos fichado antes. La comida riquísima, regada por zumos de fruta naturales (el gran descubrimiento del viaje). Lo bueno de Ubud es que comes comida de primera, en sitios bastante buenos y los precios son… de broma podríamos decir. Comimos los dos dos platos principales con tres zumos naturales y nos costó todo menos de 3€ y pico.

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Ya llegada la tarde nos dirigimos al sur de Ubud, donde está el Monkey Forest, un bosque lleno de macacos balineses además de contar con un bonito templo. Por allí estuvimos un buen rato entre monos, dándoles plátanos para que se subiesen por nosotros y pasando un buen rato en general. Cuando tuvimos bastante de simios empezamos la última parte del día.

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Para terminar el día queríamos visitar Goa Gajah y Yeh Pulu. Goa Gajah tiene un templo que cuenta con una cueva en una roca. Dicha roca tiene una cara tallada quedando la entrada a la cueva simulando la boca de dicha cara. Después de ver esto intentamos buscar otro templo al que se podía llegar desde Goa Gajah. Al final acabamos perdiéndonos y saliendo a uno de esos pueblos de la indonesia profunda donde sus habitantes viven en una gran pobreza y por supuesto no hablan inglés.

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Tras la aventura ya partimos rumbo a Yeh Pulu. Se trata de una pared de unos 15 metros de largo tallada con diversos motivos indonesios. Tras la visita estuvimos hablando con unos chicos que llevaban una cafetería de los alrededores y les pedimos consejo para cenar. Nos recomendaron el Warung Mina, un restaurante bastante chic de Ubud.

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Allí cenamos en nuestra propia chocita, unos buenos platos de pescado de la zona, precedidos de una sopa y culminados con dos postres que no se los saltaba un gitano. Además un par de cervezas y una botella de agua grande. Total casi 10€… Y con esto y un jacuzzi concluía nuestro primer día en Bali.

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Llegando a Bali

La llegada a Bali se hizo de rogar y mucho. Tras embarcar en el vuelo de JetStar a eso de las cinco y media de la tarde, unas seis horas después y un cambio de franja horaria que nos hacía retrasar nuestros relojes un par de horas, tomábamos tierra en el aeropuerto de Denpasar. Eran poco más de las diez de la noche.

Bajamos todos ilusionados del avión pero nos habíamos olvidado de pensar en algo: faltaba por pasar la aduana. Cuando llegas de vacaciones a Indonesia generalmente lo haces sin visado, teniendo que adquirir in situ una Visa on arrival que le llaman. Vamos, soltar pasta para que te dejen entrar en el país. Según el número de días que íbamos a estar en Bali nos tocó pagar 200.000 rupias en total (unos 10US$ por barba).

Tras hacer la cola para pagar el visado llegaba la peor parte, esperar la gran cola para que te lo validasen (en otro momento comentaré el sistema tan eficiente de controles que tienen en el aeropuerto de Denpasar). Por lo general la gente en Bali es tranquiiiiila, por lo que no conseguimos tener nuestra visa y nuestro pasaporte sellados hasta más o menos las 11 de la noche.

Una vez felices y contentos con nuestros pasaportes en regla nos dirigimos al exterior del aeropuerto a buscar un taxi que nos llevase al hotel. Tras buscar un poco nos dimos cuenta que había una ventanilla en la que previo pago de un importe establecido te asignaban un taxi que te llevaba a tu destino. Así es como unos 50 minutos más tarde, a eso de medianoche tras sortear un millar de motos y un centenar de perros callejeros llegamos a nuestro flamante hotel, aquel en el que habíamos reservado tres noches para pasarlas a cuerpo de rey.

Tras hacer el check in nos llevaron a la habitación, una villa con piscina privada y jacuzzi que quitaba el hipo. Como era tan tarde nos dio tiempo a darnos un baño y poco más. A la mañana siguiente nos esperaba el primer día de la gran aventura que vivimos en tierras indonesias, ¡pero eso llegará en el siguiente capítulo!

Os dejo con una primera vista de la habitación y de la piscina común del hotel (la privada de la habitación era un pelín más pequeña y sin estatuas ;))
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We’re back!

Bueno, parece que de momento esto está levantado de nuevo. El motivo del corte fue el excesivo consumo de CPU del servidor que realizaba el blog. Resulta muy extraño que un blog WordPress sea capaz de generar un 70% de uso de CPU por lo que mi teoría es que algún robot spammer estaba explotando algun fallo de la versión de WP que tenía instalada y estaba haciendo de las suyas.

Así que de momento me he actualizado a la última versión de WordPress y veremos como evoluciona la cosa. Si sigue mal tal vez tendré que hacer cambios en la plantilla para que no tire de tanta información externa al servidor (Twitter, etc…) ya que también podría ser motivo para la sobrecarga. Veremos lo que dicen los del hostings en los siguientes días.

Estoy acabando de procesar las fotos de Bali, espero que hoy las pueda poner a subir a Flickr ya y de una vez por todas empiecen a llover los posts sobre el viaje 🙂

Destination Bali

Un templo de Bali
Picture by Sukandia.com (some rights reserved)

En unas horas Andrea y yo nos vamos de recogida espiritual a Bali a danzar entre templos, campos de arroz, procesiones populares y macacos balineses. Estaremos allí hasta el lunes por la noche, cuando tomaremos un vuelo de vuelta a Sydney que nos devolverá a nuestra ciudad a primera hora del martes, justo a tiempo para volver al trabajo.

A la vuelta seguro que caerán diversos posts cargados de fotos sobre todo lo que nos pase en esta primera visita a Indonesia. ¡Hasta entonces!