La llegada a Bali se hizo de rogar y mucho. Tras embarcar en el vuelo de JetStar a eso de las cinco y media de la tarde, unas seis horas después y un cambio de franja horaria que nos hacía retrasar nuestros relojes un par de horas, tomábamos tierra en el aeropuerto de Denpasar. Eran poco más de las diez de la noche.
Bajamos todos ilusionados del avión pero nos habíamos olvidado de pensar en algo: faltaba por pasar la aduana. Cuando llegas de vacaciones a Indonesia generalmente lo haces sin visado, teniendo que adquirir in situ una Visa on arrival que le llaman. Vamos, soltar pasta para que te dejen entrar en el país. Según el número de días que íbamos a estar en Bali nos tocó pagar 200.000 rupias en total (unos 10US$ por barba).
Tras hacer la cola para pagar el visado llegaba la peor parte, esperar la gran cola para que te lo validasen (en otro momento comentaré el sistema tan eficiente de controles que tienen en el aeropuerto de Denpasar). Por lo general la gente en Bali es tranquiiiiila, por lo que no conseguimos tener nuestra visa y nuestro pasaporte sellados hasta más o menos las 11 de la noche.
Una vez felices y contentos con nuestros pasaportes en regla nos dirigimos al exterior del aeropuerto a buscar un taxi que nos llevase al hotel. Tras buscar un poco nos dimos cuenta que había una ventanilla en la que previo pago de un importe establecido te asignaban un taxi que te llevaba a tu destino. Así es como unos 50 minutos más tarde, a eso de medianoche tras sortear un millar de motos y un centenar de perros callejeros llegamos a nuestro flamante hotel, aquel en el que habíamos reservado tres noches para pasarlas a cuerpo de rey.
Tras hacer el check in nos llevaron a la habitación, una villa con piscina privada y jacuzzi que quitaba el hipo. Como era tan tarde nos dio tiempo a darnos un baño y poco más. A la mañana siguiente nos esperaba el primer día de la gran aventura que vivimos en tierras indonesias, ¡pero eso llegará en el siguiente capítulo!
Os dejo con una primera vista de la habitación y de la piscina común del hotel (la privada de la habitación era un pelín más pequeña y sin estatuas ;))
Agggg qué cabrones! Que envidia coño!
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Madre que vos pario que envidia!!!! (de la sana)
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La piscina pública da muy buena impresión, es bastante sugerente. La privada… es algo que todavía estoy asimilando jeje, pero no imaginando.
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