Kangaroo Island, día 1

Aprovechando la visita de Dido y Héctor decidimos que una buena forma de hacer que se metiesen de lleno en Australia sería llevándolos a Kangaroo Island, lugar que teníamos ganas de conocer desde hacía mucho tiempo. El plan era estar en la isla tres días. Aquí va la crónica del primero de ellos.

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Habíamos volado la noche anterior a Adelaida en un avión de mala muerte de la archi-lowcost Tiger Airways. Tras pasar la noche en un albergue de la capital de South Australia emprendimos el camino bien temprano hacia Cape Jervis donde tomaríamos el ferry a la isla.

Una vez en la isla nos dirigimos a la casa que nos acogería situada a 5 minutos de Penneshaw, lugar en el que nos dejaba el Ferry. En la casa nos esperaba el gran Stack, todo un anfitrión. El alojamiento era una pasada, una típica casa antigua llena de decoración de época, y con el gran aliciente de la chimenea que Stack nos dejaba cada día encendida para resguardarnos del frío de la noche.

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Una vez hecha la vuelta de reconocimiento a la casa y dejadas las mochilas en la misma salimos sin tiempo que perder hacia Seal Bay, una playa famosa por la comunidad de leones marinos que viven en ella. Pagamos por el tour y una guía nos acompañó explicándonos todo acerca de estos animales.

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La playa estaba llena de leones marinos y nos recreamos tirándoles más de cien fotos y caminando entre ellos. Pudimos ver a alguna cría aprendiendo a nadar cerca de la orilla.

Desde allí salimos hacia Little Sahara, una formación de dunas que se encuentran en medio de la isla al más puro estilo de un desierto. El gran aliciente allí es alquilar unas tablas y hacer sandboarding pero como la arena estaba húmeda por las lluvias del día anterior no pudimos probar y nos conformamos con caminar por las dunas.

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La siguiente parada era Vivonne Bay, una playa al oeste de Seal Bay que las guías describían como una de las más bonitas de la isla. Y lo cierto es que no defraudó, tras unos kilómetros de camino de tierra llegamos a una playa casi virgen con una arena que recordaba a la plastilina y salpicada de peces muertos dejados por las focas.

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Para terminar el día queríamos ir al Koala Walk ya que muchos de los compañeros de viaje aún no habían tenido oportunidad de ver ningún koala. Pudimos ver bastantes pero todos ellos a gran distancia del suelo a diferencia de en la Great Ocean Road. Para mi el mayor aliciente del sitio fue poder ver kanguros de un tamaño más que respetable, de esos que te pones a su lado y les puedes hablar cara a cara.

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Tras el agotador día emprendimos el camino de vuelta y al llegar a casa Chris nos preparó unas deliciosas pizzas caseras que disfrutamos al calor de la chimenea.

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