Para terminar de relatar el viaje al desierto hoy voy a contaros la última parte del mismo, la parte en la que me quedé sin batería en la cámara por lo que las imágenes que documentan este post han sido amablemente cedidas por Andrea.
El último día que teníamos para pasar completo estaba dedicado a Kings Canyon, a unas dos horas en coche del camping de Uluru donde nos habíamos alojado las dos primeras noches. Así pues, tras pegarnos otro madrugón nos pusimos en marcha hacia el susodicho cañón. Al llegar fuimos directamente a la montaña ya que no queríamos coger el momento de más calor del día para hacer la caminata, de 6 kilómetros esta a lo largo de todo el cañón.
Por mucho que lo intentamos llegamos de todas formas a una hora en la que el sol ya era de justicia y se rozaban los 40ºC. Esto sumado a la escasez de zonas a la sombra y a lo abrupto del terreno hicieron que la excursión fuese bastante dura, pero las vistas con las que la montaña nos recompensaba hacían que todo mereciera la pena.
Tras unas dos horas de subir, bajar, recorrer la montaña por arriba, bordear el cañón y beber mucha agua llegamos de nuevo al coche donde una vez más nos esperaba una botella de cocacola semi granizada que nos devolvió la vida. Una vez llegado todo el mundo al punto de encuentro pusimos rumpo al camping donde nos esperaba una buena barbacoa y una sesión de piscina.
A última hora nos fuimos con los coches a ver la puesta de sol a un lugar apartado del camping y una vez se hizo de noche intentamos buscar algún animalillo por las inmediaciones ya que muchos de nuestros acompañantes aún no habían visto canguros. Tras media hora de búsqueda infructuosa decidimos volver al camping. Cuál sería nuestra sorpresa al comprobar que allí dentro del camping por entre las tiendas de campaña un dingo se paseaba en busca de algo que llevarse al estómago. El encuentro no tuvo mayores consecuencias, de hecho Olimpio persiguió al animal para tirarle alguna foto y este lejos de atacar pasaba del tema y huía.
Al día siguiente nos levantamos a las 4.30am para poder llegar a Alice Springs holgados para coger el vuelo sin problemas. Una vez habíamos recogido todo, incautos de nosotros, nos dimos cuenta de que no habíamos llenado el depósito de combustible el día anterior, por lo que tuvimos que esperar a las 7 a que abriera la gasolinera (la siguiente estaba a más de 200km). Pese a todo llegamos al avión perfectamente y pudimos disfrutar de una de las mejores cosas del viaje: la conducción por el desierto de verdad.
Resulta que la forma más corta de llegar desde Kings Canyon a Alice Springs era por un camino no asfaltado, apto para 4×4, así que allá que nos metimos con nuestros todoterrenos sorteando canguros, camellos y de todo. En ese momento realmente sentimos que estábamos en el desierto y en medio de la nada ya que en los 100km de camino sin asfalto no se veían ni casas ni rastros de civilización. Tan solo alguna señal de vez en cuando que te recordaba que no te pasases de 110Km/h.
Ah, que había una segunda parte. La primera parecía una historia mágica, sólo le faltaban los duendecillos, las serpientes mitológicas, y que pasase Supercoco volando por la noche cuando las estrellas y el techo del coche; y jugar al Pang delante de Uluru. Estar en medio de la nada debe de ser flipante si tienes la cabeza en su sitio, y a la vez no.
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Hostia si duran esas camisetas de Lulea, justo estaba leyendo el post y llevo la misma camiseta con la que sales en la foto, que buena compra.
Saludos
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