Día 4: Conociendo Kyoto

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Después de pasar una buena noche de descanso en el ryokan nos despertamos a eso de las 7.30 para darnos una ducha y salir a conocer la ciudad lo más rápido posible. Nuestra intención era recorrer la ciudad en bicicleta y el lugar más cercano de alquiler no abría hasta las 9 por lo que decidimos acercarnos a la estación de tren para desayunar un buen café y donut, el primer desayuno sin arroz desde que estábamos en Japón.

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Una vez con la bici alquilada nos pusimos manos a la obra y empezamos por el templo de Kiyomizudera en el sureste de la ciudad. Para llegar a dicho templo hay que subir una colina que está plagada de tiendecitas en las que comprar dulces y souvenirs. Una vez nos dimos una vueltecita por el templo continuamos más hacia el norte por la zona antigua de la ciudad donde las callejuelas eran de lo más auténtico.

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Callejeando callejeando llegamos a las inmediaciones de Gion, el barrio de las Geishas donde nos pudimos topar con alguna de ellas que paseaban a la luz del día.

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Un poco más al norte llegamos a un parque típico Japonés donde aprovechamos para bajarnos de la bicicleta y pasear relajadamente por sus caminos viendo las carpas en los estanques y los árboles color otoño.

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Al lado del parque nos encontramos con otro de los principales templos de la ciudad, Chion-in conocido por tener el mayor arco de entrada del mundo en un templo budista. Realmente impresionante la estructura de madera que daba acceso al templo.

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Chion-in también es conocido por poseer la mayor campana budista del mundo, la cual para hacerla sonar necesita de la fuerza de 13 monjes que tiran de la enorme viga de madera que incide en el metal.

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Una vez visitado el templo ya estaba entrándonos hambre por lo que nos pusimos a buscar un buen sitio para comer. Nuestra intención era comer ramen por lo que tuvimos que descartar un par de sitios hasta que llegamos al elegido, un pequeño restaurante típico al que justo cuando llegamos nosotros una guía japonesa traía a un grupito de turistas a comer. Buena señal, pensamos.

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Realmente el sitio no decepcionó, las sopas estaban buenísimas y era bastante barato. Después de comer nuestra intención era recorrer con la bici el Camino de los Filósofos, de unos dos kilómetros el cuál discurre paralelo a un pequeño riachuelo.

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Al final del Camino de los Filósofos se encontraba el templo de Ginkakuji, rodeado por unos preciosos jardines tradicionales japoneses. El azar quiso que justo antes de entrar a dicho templo nos encontrásemos con Pepe, compañero de trabajo de mi hermano Luis. Sabíamos que ibamos a coincidir en Kyoto pero por H o por B no habíamos sido capaces de contactar, tan solo le había podido dejar un mensaje en Facebook esa misma mañana que él no había leído. Fue fácil de reconocer gracias a su camiseta con la cruz de la victoria y su nombre en la espalda. ¡Mucha suerte!

Tras hablar un rato allí fuera decidió que entraría de nuevo con nosotros a ver los jardines así que eso hicimos.

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Después de esto Pepe nos acompañó el resto del día. En un principio nos dirigimos hacia el parque donde está el palacio imperial y paseamos por allí un buen rato hasta que el atardecer comenzó a amenazarnos con dejarnos a oscuras.

Así que decidimos que una buena forma de acabar el día sería hacer una visita nocturna a Gion en busca de más Geishas, pero antes y puesto que nos venía de paso hicimos una incursión en el mercado de Kyoto.

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Al llegar a Gion había bastante gente pero ninguna Geisha hasta que un viejo verde japonés que se hacía llamar papparazzi nos dijo que le acompañásemos, que él sabía de donde iban a salir. Supongo que el hombre estaría allí cada día ya que fue dicho y hecho, nos llevó al enclave perfecto para ver a una geisha y su aprendiz subirse a un taxi.

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Después de ver a las geishas pensamos que era buen momento para tomar algo y cenar. Tras mucho buscar y ser víctimas de la Ley de Murphy un par de veces (cuando buscábamos un bar para tomar una caña solo encontrábamos restaurantes y cuando queríamos cenar sólo encontrábamos bares) acabamos tomando una caña en un bar de sake y cenando en un restaurante con barbacoa en la mesa al igual que la noche anterior pero con barra libre de carne. Por desgracia fue bastante peor que el de la víspera.

Tras la cena queríamos terminar el día dándonos unos baños termales en un onsen. Teníamos uno mirado que salía en la Lonely planet, el cual contaba con nada menos que tres plantas. Tras mucho buscar descubrimos que ya no existía (la Lonely Planet que llevábamos estaba editada en 2005) pero por suerte un amable japonés nos llevó a un onsen de barrio el cuál resultó ser muchísimo más auténtico aunque por supuesto mucho más cutrillo que lo que prometía el de la guía.

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Al tratarse de un onsen de barrio no estaban muy acostumbrados a ver a turistas por allí con lo que tuvimos la experiencia auténtica, agua casi hirviendo y la sauna que parecía el infierno. Ni que decir tiene que no aguantamos mucho allí y la experiencia nos dejó medio groguis para volver al ryokan y dormir a pierna suelta toda la noche.

3 comentarios sobre “Día 4: Conociendo Kyoto

  1. ¡Qué completo! carpas, una entrada a un templo budista que me parece haber visto en algún videoclip, y hasta Pepe el de la ORI, HC… ¡Qué pequeño es el mundo! ¡Si sólo faltaba que saliese Tomás!

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  2. Para mi fue un placer y una sorpresa que me encontraseis. Disfruté todos los momentos: la cena regular, las geishas esquivas, el viejo verde paparazzi, la búsqueda surrealista del onsen, el japonés que apareció de la nada y nos llevó al onsen de barrio, el baño con descargas…
    Brindo porque haya más casualidades como esas. ¡Un abrazo pareja!

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